Autora: Marta Luque Ortega
Era 30 de Octubre, un día antes de Halloween. Eran las 22:00 y me acosté muy emocionada por lo que podía pasar mañana. A medianoche, me desperté y salí de mi cuarto para beber agua. Se me antojó salir a dar un paseo y me puse mi disfraz de Halloween. Las calles estaban decoradas con monstruos y luces pero no había ni un alma en la calle puesto que aún eran las 6:00. Una persona vestida totalmente de negro se me acercó a pasitos cada vez más lentos.
-Sígueme.
-¿Quién eres tú?
-Soy la muerte. Sígueme.
-Pero yo no quiero morir como tú.
-No morirás si me haces caso. Sígueme.
Bueno, tan pesada se puso que le tuve que seguir temblando de miedo. Cuando llegamos a una pequeña casa cubierta de negro, la muerte me encarceló como si fuera un delincuente. Cuando la muerte entró en mi jaula para darme agua le pegué patadas, puñetazos y bocados. La muerte cayó al suelo y yo le quité su hacha. Salí de allí a toda prisa y volví a mi casa sin detenerme con nada. La muerte a pesar de mi paliza no murió porque ya llevaba muerta desde hace muchos años. Corrí hacia mi habitación y me encerré allí. De pronto un montón de zombies empezaron a pegar a la puerta intentando entrar, pero un zombie apareció ante mis ojos. De alguna manera había entrado. En ese momento pensé “seguro que todo esto ha sido obra de la muerte “, pero no se me ocurrió hacer otra cosa que chillar.
En ese momento abrí los ojos y todo había sido un sueño, bueno, una pesadilla, y no había ningún zombie pegando a la puerta, era mi madre diciendo que el dia de Halloween acababa de empezar.
Marta tú historia está muy bien
ResponderEliminarYa te digo Paulita
EliminarEsta chulisimmooooooooo
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